9 feb 2015

Beso a quien quiero y cuando quiero. Los niños también

Beso: acción de besar
Besar: Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, “tocar u oprimir con un movimiento de labios, a impulso del amor o del deseo o en señal de amistad o reverencia”.

Tengo 42 años. A día de hoy, hay gente a quien no quiero besar, que me repulsa, no tengo ningún afecto o me parece estúpido tener que hacerlo por algún tipo de convención social (para eso doy la mano, y depende de a quién, saludo con la cabeza y listo). He aprendido que hay besos de circunstancias, de cordialidad, de amor, de amistad, apasionados, de familia... besos que son caricias, un ‘hola’, declaraciones de intenciones, un ‘qué ganas de verte’ o un ‘te he echado de menos’. Pero hay algo que tengo muy claro. Yo decido si los doy o no.

Hace mucho tiempo que aprendí que hacerse mayor era sinónimo de saber, poder y decir NO cuando queremos decir NO. Yo no beso a alguien que me caiga fatal, a alguien que no me guste o a alguien que no quiera.

Entonces… ¿Por qué a veces obligamos a los pequeños a que lo hagan? Reconozco que alguna vez he insistido a las pequeñas que dieran un beso a alguien (básicamente de la familia) para despedirse, o porque me sabe mal. Pero cada vez lo hago menos. Cuando ellas quieren dan los besos que quieren. Y cuando no, pues no. Y, ¿sabéis qué? Las mellizas dan muchos besos. A quién quieren y cuando quieren. Porque de convencionalismos, tenemos tiempo para aprenderlos todos. Y no se aceptan chantajes. 


Con este post quiero defender también los #besoslibres, que Bea Mamá de Dos ha iniciado en su blog. Allí encontraréis el link a otros blogs que se han unido a la iniciativa. Y os recomiendo un post de Pilar Martínez sobre el tema: ¿Por qué no hay que obligar a los niños a dar besos? 

5 feb 2015

Esquí-malabarismos



De adolescente nunca me había atraído esquiar. De hecho, empecé muy mayor, con mi marido. Él quería probarlo y nos gustó. Bueno… nos atrapó. Al principio estaba atenta constantemente a todo. Mis pies, las botas, mis rodillas, los palos, las gafas, cómo poner los esquís… preocupada por no caerme en el telearrastre o telesilla de turno y quedarme allí colgada con toda la gente mirándome. La previsión era que nos parábamos a media pista (verde o azul, no alucinéis, como mucho una roja) y nos esperábamos con mi marido. Yo alucinaba cuando veía a bólidos de 4 o 5 años que ni se preocupaban si la pista que pillaban era verde o negra.

Ahora lo último que me preocupa son mis palos, mi estabilidad o si las botas me aprietan o no. Soy capaz de bajar la pista, móvil en mano para gravar a una de las mellizas. No sólo llevo mis palos en el telearrastre, sino que llevo los de una peque y encima soy capaz de girarme para ver que me sigue y no se ha caído. Lo último que me importa en el telesilla en pensar si alguien va a verme si me caigo. Sujeto mis palos, los de la niña, con la otra mano la sujeto a ella. Con esa mano –semilibre-  la ayudo a subir y a bajar y… ¡milagro!, no nos hemos caído. Al principio nos seguían bien bajando las pistas, pero ahora ya van de “sobradas” y tengo que acelerar para perseguirlas. Mientras descansamos un momento, compruebo que su casco está bien puesto y que sus guantes no lleven nieve dentro.


Y sé, con cierta envidia, que dentro de poco ellas ni se plantearan si la pista que bajan es verde o roja y que yo iré detrás suyo, volviendo a concentrarme en cómo tengo que hacer los giros para no terminar con el culo en el suelo sin poder levantarme. 

2 feb 2015

¿En qué se parecen la arena y la nieve?


A priori... en nada. Una la asociamos a la playa y la otra a la montaña. Una me hace pensar en calor, ese momento que bajas a la playa y como le ha estado dando el sol, te quema la planta de los pies. Una se te pone por todas partes, dentro del bañador, en las uñas ... seguro que habéis "comido" más de una vez. Puede ser muy fina o gruesa, y rasposa. De un blanco claro, pasando por todas las tonalidades de crudos y marrones e incluso roja o negra. La otra, la nieve, es fría. De una textura que va del azúcar en polvo a piedrecitas, de un blanco que hace daño a los ojos. A veces se te pega a los ojos y hace daño, de tan fría y blanca.

Entonces... ¡¿en qué se parecen la arena y la nieve? Tienen un punto en común que las hace idénticas. Son un imán para los niños. Poned niños sobre la arena o sobre la nieve y tendréis diversión para un buen rato. No hay nada que los haga saltar tan rápido como dos frases:

- Vamos a hacer castillos de arena
- Vamos a hacer un muñeco de nieve (ya funcionaba incluso antes de Frozen)


¿Y sabéis en qué se parecen también? En la fantástica capacidad que tienen las dos, arena y nieve, de convertir a los niños en croquetas…