Antecedentes: un grupo de mujeres que nos conocimos
en el curso pre-parto. La mayoría embarazadas por primera vez. Otras, que más
tarde se convertirán en una fantástica fuente de información, esperan su
segundo hijo. El curso no nos convenció a ninguna, pero nació un fuerte lazo de
unión. Muchas de ellas se han convertido en mujeres especiales en mi vida.
Post-parto: Coincidimos de nuevo en las clases post-parto.
Las convertimos en nuestro lugar de encuentro para luego irnos a pasear, tomar
algo o hablar. Conversaciones prácticas, de nuestro día a día compartido y
común. De nuestros miedos, preocupaciones, alegrías y pequeños éxitos.
¿Organizamos una cena? Sale la idea, con todas las
necesidades organizativas que requiere. Combinaciones logísticas para que los
papás se queden en casa cuidando a l@s peques y nosotras podamos cenar fuera.
Cálculos de “si quedamos a las 21h, y le doy teta justo antes, con un poco de
suerte…”. O cálculos de “han tomado biberón a las 20h…”. En mi caso: “Espero
que no se pongan las dos a berrear a
dúo, porque cuando estás solo a veces las cosas se complican”. “Lo he dejado
dormido, pero espero que no se despierte y me eche de menos”, comenta otra
mamá. “Qué ilusión poder cenar tranquilas, ¿verdad?”
¿Tranquilas? No recuerdo si cenamos muy tranquilas
esa primera vez. Sólo recuerdo todos los móviles encima de la mesa, mirándolos
de reojo y muchas “rezando” para que no empezara a haber llamadas. Y en medio
de la cena, más de una llamada a casa de “¿todo bien?”. Hubo un momento que nos imaginé a todas
saliendo por patas del restaurante con las pizzas olvidadas en el plato y el
camarero persiguiéndonos con la cuenta. En esa primera cena no desconectamos
del todo. Pero tranquilas, todo es cuestión de práctica.
Este artículo es mi colaboración del mes de marzo en De tú a tú
Algo así me pasó... Pero merece una entrada :) Mañana la publico y te cuento :)
ResponderEliminar:)
un beso, ya sabes... Amo tus entradas! :)