¿Recordáis el síndrome pre-colonial? ¿Fue duro, eh?
Pues nada comparable con el agotamiento post-colonial.
Dos días fuera. Una noche.
Para nosotros significó irnos al cine (mirando el
móvil de vez en cuando, lo reconozco. Por si acaso o por si mandaban un mail
diciendo que todo estaba bien). ¿El resto? Lo normal, ir a trabajar, limpiar y
cocinar.
Dos días fuera. Una noche.
Para ellas toda una experiencia. Hasta el sábado no
empezaron a contar cosas de verdad, porque su agotamiento el viernes por la
tarde fue tal que Ona a las seis ya estaba durmiendo, después de una batalla
campal para bañarse. Estel igual, sólo que a las siete estaba cenando. Agotadas,
con un toque de sol en las mejillas, pero cara de necesitar descansar. Ona, por
cierto, se levantó a las nueve, cenó algo y dijo que se volvía a la cama. Al
día siguiente ya empezaron a desgranar cómo había ido. Estel estaba más
contenta que Ona con el resultado, creo. Aunque fue Estel la que al verme se
puso a llorar (te he echado de menos, susurró). Les encantó llevar su bolsa,
sabiendo todas las mudas y las cosas que llevaban.
“En la casa había una carpa de circo y hemos
aprendido muchas cosas” (Estel, que empieza a hacer ejercicios acrobáticos)
“Me ha gustado mucho dormir en la litera con Marta”
(Ona, y Marta, ahora amigas del alma)
“Hicieron magia y bebimos agua de colores” (Estel)
“Y nos tomamos un helado” (Ona, dicho en voz baja,
en plan secreto)
“Me gusta mucho cómo me ha peinado Maria Antonia”,
(Ona, sobre su tutora). Des del viernes que va con dos trenzas porque le gusta
mucho. No nos las hemos quitado para nada.
“Yo quería jugar más con las linternas” (Estel)
Agotamiento post-colonial.
Lo primero que quieres, como m/padre, es
que vuelvan bien, contentos y que para ellos haya sido una experiencia
positiva. Que vuelvan con ganas de contar cosas y todo sea maravilloso. La
primera tarde no fue eso. Agotadas e irritables, fue una tarde de miedo. Llegar
a casa tarde y encontrarte todo de ropa tirada por todas partes, final de “la guerra
de la bañera”. Y no sé cómo lo hemos hecho, pero hemos batido otro nuevo récord
de lavadoras en un fin de semana. Esos ímpetus que te cogen de “ya puestos
cambiamos el nórdico y lavamos sus sacos de dormir, y todas las sábanas de la
casa, y las chaquetas de invierno porque ya no hará frío”. Lo dicho, agotados.
Pero luego, este mediodía, las dos
peques empezaban a coger sus muñecas y algunas bolsas. Algo tramaban… “¿Qué
hacéis?”. “Las muñecas y nosotras nos vamos de colonias".
¡Ajá!!!! Ése es mi mejor barómetro para
saber si algo les gusta. En casa lo reproducen hasta la saciedad. Sólo espero
que las muñecas no vuelvan con tanta ropa para lavar.