Ahora entiendo porque siempre se habla de la etapa 0-3. El cambio es abismal. Han dejado de ser bebés, han empezado en la escuela y su aprendizaje es vibrante. Fascinante. Desde pequeños siempre hay quien te dice "ya verás cómo cambian a los 3, 6, 9 meses, o al año, o cuando hagan dos». Siempre hay cambios a la vista (que a veces se cumplen y a veces no). Ahora sí que he visto una de destacado. Quizá por eso he querido detenerme un poco a analizar cómo han sido estos tres años. Aquellos análisis que se pueden hacer gracias a la perspectiva y que denotan cuán selectiva es la memoria. Seguro que si lo hubiera hecho al momento, las cosas que me parecían vitales cuando las niñas tenían 4 meses, ahora me parecerían una nimiedad.
0-12 meses
De entrada, el miedo. El miedo a una situación desconocida y por partida doble. Os lo diré así de claro: creo que me habían asustado tanto que en realidad no me pareció tan duro como la gente predecía. Por supuesto que fue difícil. No es fácil llegar a casa con dos criaturas y que sean las primeras. A pesar del miedo y diez mil preguntas como "¿sabré salir de esta?", "¿Qué haré si ....", "¿como debo reaccionar si ....", creo que no nos agobiamos y eso fue una suerte y una salvación. Dejamos que las cosas fueran pasando y las fuimos encarando con serenidad y sencillamente pasando el día a día. Y naturalmente, sería imperdonable olvidarlo, con toda la ayuda del mundo, porque mi madre venía a echarme una mano por las mañanas y mis suegros por la tarde. ¿Ayuda? Abuelos, tíos, hermanos y sobrinas siempre estaban. En mi casa, mi sobrina más joven tiene 23 años, o sea que estaban “sedientos” de bebés.
Hubo un hecho que ayudó a encarrilar bien las cosas. Mi marido pudo estar casi un mes y medio con nosotros cuando nacieron. Se me hubiera hecho una montaña si él hubiera tenido que ir a trabajar a los 15 días. Con ello fuimos afortunados, aunque se pasó buena parte del permiso haciendo papeleo (ver Permiso de paternidad, permiso de paterni... ¿qué?).
Yo volví a trabajar a los cinco meses y medio. Lo hice con el corazón dividido. Por un lado tenía ganas, por una sensación de recuperar la que había sido mi vida y porque había habido momentos duros, de saturación, llantos y nerviosismo. Pero por el otro, comprendí que nada ya no sería nunca más lo mismo. Las echaba de menos y sólo quería volver a casa con ellas. Cuando yo volví al trabajo, mi marido pudo quedarse en casa. Él fue el encargado y llevó el peso de las primeras papillas y de momentos desesperados porque Estel no quería comer de ninguna manera.
¿Cómo definiría ese año 2009? Fue el año del "primero" de todo. El primer verano y vacaciones de las niñas, el primer baño en el mar, su primera estancia en la nieve, las primeras papillas, los primeros sólidos, gatear, ponerse de pie, los primeras pasos, los primeros dientes ... Y en septiembre, el primer día en la guardería, los primeros llantos desconsolados porque las dejaba. Nuestro primer todo como padres.
Miro atrás y tengo esa sensación: Fue duro, pero ya no lo recuerdo. No recuerdo las noches sin dormir, aguantando un día sí y otro también. Sé que escribo esto y mi marido estará absolutamente en desacuerdo (de hecho le he pedido que también él escriba este análisis). Ya os lo adelanto: él lo recuerda como si lo tuviera grabado con fuego, el no dormir. Pienso que fue tan intenso, un aprendizaje y un conocimiento tan impresionante, que sencillamente, me quedo con esto en la memoria.