El día que una de las pequeñas, cuando tenía cuatro años y medio, me vino y me dijo llorando que no quería ir a la escuela porque nadie quería jugar con ella en el patio... todo cambió. Algo se rompe. Algo muy profundo se rompió dentro de mí. No soporté verla sufrir así. Cuando no me vio, lloré como hacía mucho que no lloraba.
Ya hacía tiempo que habíamos hablado con su tutora, de sus reacciones, de cómo se enfadaba y como "atacaba", poniéndose a la defensiva. Es una niña impulsiva, muy dulce la mayor parte del tiempo, pero de repente, sin saber muy bien cómo ni por qué, explota. Cuando intentó empezar a hacer "grupo" con las niñas de la clase (muchas de ellas ya se conocían previamente de la guardería), no la dejaron formar parte. Un NO. Y se enfadaba y levantaba la mano. Doble NO. Así que íbamos trabajando, día a día, pasito a pasito, para ayudarla y acompañarla. Un paso adelante... y a veces dos retrocediendo. Parecía que iba a temporadas, y las fórmulas que la ayudaban al principio de curso, a la mitad ya no nos servían. Durante todo P5 estuvimos trabajando a fondo con su tutora, con cuentos y con mucho amor para ayudarla a manejar todas estas emociones que experimenta, que no sabe cómo manejar del todo y todas estas frustraciones que no sabe canalizar. Hemos leído y mucho sobre impulsividad, niveles de frustración y gestión de emociones y sentimientos.
El final de P5 marcó un toque de alerta. La reunión final con su tutora nos hizo dar cuenta que quizás necesitábamos ayuda externa. Nos preocupaba especialmente porque a los tres meses cambiaríamos de ciclo, empezaríamos primero, en el edificio nuevo de la escuela, con profesoras nuevas. Quizás serían demasiados cambios y si no nos poníamos manos a la obra, tal vez no podríamos ayudarla como deberíamos hacerlo.
Y buscamos ayuda en una psicóloga infantil. La necesitábamos para que nos diera herramientas a nosotros, con el fin de ayudar a nuestra pequeña. Y aunque de entrada la pequeña lloró intensamente porque no quería que su padre se fuera del despacho, a los cinco minutos le estaba explicando a la psicóloga que le gustaba mucho hacer teatro y bailar. Y empezamos a trabajar pequeños trucos, pequeñas herramientas para potenciar al máximo las cosas positivas, reforzar las cosas que hace bien y así poder calmar el volcán cuando entra en erupción. Esta fue una imagen mental que me hice. Es un pequeño volcán que entra en erupción sin avisar. En ese momento no te puedes acercar. Hay que tener paciencia, y cuando ya no saca lava, puedes acercarte, y hablar de lo que ha pasado, y sobre todo, cómo nos hemos sentido.
A veces no es fácil cambiar la manera en que interactuamos con los pequeños. Nos hemos esforzado en potenciar las cosas positivas, que gane confianza en sí misma, pero también a enseñarle y explicarle que las acciones tienen consecuencias en la realidad. A veces lo más difícil es que explique qué le está pasando. A veces no quiere, no puede, o no sabe. Poco a poco vamos buscando las maneras para explicarlo. Pero cada vez que hemos superado una erupción, hemos sacado un aprendizaje muy importante, pequeñas victorias del día. Y sobre todo, potenciar que sea ella quien aporte posibles soluciones, cómo cree que se hubiera podido resolver un conflicto o una situación.
Ha pasado este verano y parecía que caminábamos en paso firme por el buen camino. Comenzó el nuevo curso, una nueva etapa y la pequeña la afrontó con energía y con ilusiones renovadas. Estamos muy contentos. También es verdad que, por recomendación de la psicóloga, nada más comenzar el curso hablamos con su nueva tutora, porque estuviera al caso y para captar sus sensaciones, de cómo lo veía ella. Es fantástico encontrarte con docentes que se implican de esta manera, y ayudan de esta manera. Y con quien hablar es una experiencia enriquecedora. Una de las cosas que acordamos es que si había habido alguna erupción, me lo comentaría. Yo lo prefiero, porque así puedo intentar saber qué ha pasado y por qué. Ha habido alguna situación complicada, por lo que la tutora y la psicóloga se encontrarán esta semana, para ayudar al máximo a la pequeña.
Una buena amiga me dijo que a menudo olvidamos que crecer es difícil, que es complicado ser niño y tener mil sentimientos y no saber cómo exponerlos, gestionarlos. Y obviamente, requiere mucha paciencia. Mucha paciencia porque quieras que no, este proceso te toma mucha energía. Y luego es cuando te encuentras que su hermana gemela eso lo nota, y por mucho que lo hayas implicado en todo el proceso, tiene "celos" y su comportamiento provoca nuevas erupciones. Pero como diría Michael Ende... "esto es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión".
"A veces olvidamos que los niños son como alienígenas que acaban de llegar a la Tierra, intentando aprender todo lo que significa ser humano... y descubrí que puedo amar a un alienígena"
ResponderEliminarEl niño de Marte
mucho ánimo!
Nadie nos dijo fuera facil esto de educar...... Por suerte hoy en día tenemos muchos mecanismos y profesionales que nos pueden ayudar en este camino de crecer de nuestro pequeños..... Cada uno necesita ayuda en algún momento determinado y si los papis no sabemos cómo lo mejor es acudir a un profesional que jos de pautas
ResponderEliminarQue suerte tiene tu hija de tener unos padres que miran como se puede sentir y le acompañan en este camino de su crecimiento. Seguro que poco a poco, ella encontrará la manera de nfrentarse a las dificultades con un paso firme más continuo. Ánimo!
ResponderEliminarMuy buenas tus palabras y reflexiones pero mas interesante es leer sobre la.importancia de mirar la niñez con ojos de niño. Seguro que todo va a fluir muy pronto de manera positiva! Saludos.
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